Se Culpó

Se culpó, duró casi dos décadas culpándose, se castigaba y era su propio verdugo, pues creía que todo había sido su culpa, se culpó por ser tan cercana a él, se culpó porque hasta el momento en que todo sucedió le tenía cariño, se culpó porque siente que no debió buscar en él, el padre que la había abandonado. 

Se culpó y se culpó más cada vez que recordaba que para guardar silencio le pidió un chocorramo, una pony malta, y él tal vez por culpa, tal vez por miedo, le entregó un par de monedas. Sintió que se había dejado comprar, y se culpó. 

Toda su culpa inició a los 7 años, se culpaba por haberse quedado en la casa, sola con él, pero realmente se culpaba y no sabía porque estaba sola, es más, 27 años después no lo sabe y debe vivir con el hecho de que tal vez nunca lo sabrá, nadie recuerda tanto detalle, la única que recuerda ese momento es ella y existe solo su versión y la de él. 

Ella hoy en día se repite: “da igual”, a estas alturas de la vida y luego muchos años de terapia, acompañamiento y ejercicios de perdón, ya no vale la pena culparse. ¡Por fin se dejo de culpar!, cuando tenía 31 años se dejó de culpar, y todo pasó cuando tenía 7. 

Hoy en día lleva la cuenta, pasaron 24 años después de lo ocurrido para que se perdonara, no por él, no por su familia, perdonó por ella, para estar feliz, para vivir tranquila y en paz, para dejar de hacerse daño y comprender que las cosas a veces pasan, que el tiempo no se puede devolver y que es decisión de quien las sufre  postergar el daño causado y generarse aún más daño culpándose.  Ella perdonó y dejo ir, le dijo adiós al dolor, se convenció de que la experiencia siempre iba a estar con ella, pero para recordarle que eso no puede volver a pasar nunca y que no quiere que le pase a nadie más. 

Ahora tiene esperanza, tiene fe de que su historia servirá para evitar que otros se hagan daño, que podrá ayudar para que esto no vuelva ocurrir, para darle ánimo a quienes como ella, son sobrevivientes de abuso sexual infantil. 

Esta es su historia, la cuenta como la recuerda pues también comprendió que no recordarlo todo es un mecanismo de defensa: 

Ella tenía 7 años, la mejor de tres hermanos, su madre para ese entonces ya era una auxiliar de enfermería, fue madre primero pues escapó de su casa por amor a temprana edad, dejó el colegio y tuvo tres hijos, fue víctima de maltrato, su compañero de vida se convirtió en un hijo más, hasta que se cansó, decidió estudiar un oficio y dejó a sus hijos al cuidado de su tía. La hermana mayor, como es costumbre en muchas familias colombianas se convirtió en la mamá de sus hermanos. 

Recuerda era una niña perspicaz, a todos les encantaba escuchar lo que tenía que decir, o al menos eso es lo que recuerda, era feliz, extrovertida, corría de un lado a otro, su tía la llevaba a todos lados, estudiaba y le iba bien. 

Un día cuando su madre se estabilizó económicamente y consiguió un mejor empleo volvió por sus hijos, se los llevó a un pueblito de los que solo se habla que cuando sucede algo muy malo. Su madre había reconstruido su vida en ese lugar, era querida, tenía amigos, trabajo y novio. 

Al cabo de unos meses y luego de llevar a sus hijos, decidió conformar una nueva familia, ahora eran cinco. Ella era feliz, antes solo le faltaba su papá, pero desde que llegó su padrastro, ya no faltaba nada, pues el poco a poco se ganó el cariño de todos. 

El padrastro era amable, nunca le pegó, ni a ella ni a sus hermanos, siempre se mantuvo al margen de los regaños, todos lo querían, ella lo quería. Pero, de la noche a la mañana todo cambio, un día hermoso según recuerda, hacia sol, la casa estaba limpia, los arboles estaban verdes, frondosos, ella tenía vestido, curiosamente después de ese día no volvió a usar vestidos con regularidad, solo cuatro vestidos en 20 años. 

Ella no recuerda las palabras, cuando imagina el momento es como si pudiera verse a través de una foto, como si estuviera parada en la puerta viendo lo que ocurría en su cuarto, en su cama, después de eso nada volvió a ser igual. 

La tocó, le tocó su cuerpo y le daño su alma, recuerda que la acomodo acostada en su cama, la puso al revés, la cabeza donde normalmente van los pies, de espaldas a la puerta, no recuerda nada de lo que le dijo, no recuerda ni una sola palabra, tal vez le dijo que tuviera calma, tal vez la amenazó, tal vez simplemente no dijo nada y ella por miedo no grito, o tampoco eso lo recuerda, no recuerda palabras, solo recuerda las acciones. 

Antes la idea de no saber que dijo él o que dijo ella, la atormentada, ahora ya no importa, lo cierto es que pasó. El, acarició todo su cuerpo, le acarició su sexo y le hizo daño. Su psicóloga años después relacionó los episodios de dolor cuando ella tenía relaciones sexuales con el abuso y le dijo: “seguramente te dolió, te dolió cuando estuvo dentro de ti, cuanto te abuso, cuando te tocó, pero lo reprimes, tienes que dejar de reprimir y dejar de pensar como una adulta, eras una niña”, pensar como adulta  solo hace que te castigues más, no puedes esperar que a los 7 años reaccionaras como puedes hacerlo ahora, te dolió pues te hizo despertar a la sexualidad antes de tiempo y por eso ahora cuando sientes que te tocan o cuando te excitas y sientes que tendrás placer, te duele, te duele como si te clavaran un cuchillo allí. 

Ella pensó que oír eso dos décadas después no ara fácil, ni agradable, tuvo que pasar mucha (muchísima terapia) para aceptar el hecho de ser víctima y de que doliera, pero tenía que hacer algo, no podía permitir que ese dolor continuará dos décadas más. 

De ese día, no recuerda más, no recuerda como terminó todo, cree que se quedó dormida, no recuerda a qué hora llegaron sus hermanos, su mamá, no recuerda absolutamente nada después de eso, es como si no hubiera vivido nada de los 7 a los 9 años, solo recuerda aquel día.  Incluso no recuerda sí la abuso más, tal vez sí, tal vez los borró para no sufrir. 

Solo hay otro episodio que recuerda, uno por el que se castigó durante años, pues nunca habló. Un día su madre y sus hermanos no estaban, se quedó sola con él en un billar que administraba, tenía miedo, recuerda que tenía miedo porque de solo recordarlo el cuerpo se contrae y siente temor. Él algo le dijo, ella no recuerda qué, pero si recuerda que ella le dijo “o me das un chocorramo, una pony malta o le cuanto a mi mamá lo que usted me hizo.” Él no dijo nada, le dio lo que pidió, unas monedas de más y nunca más le volvió a decir nada, se alejó de ella, no de su familia, pero sí de ella, no la volvió a tocar jamás. 

Después de ese día se sintió peor, comenzó a comer compulsivamente, no quería que ningún hombre la mirará como mujer jamás, se sintió cómplice, sintió que haberle pedido algo eso era venderse, sintió que se había dejado comprar, se sintió mal y ese sentimiento la acompaño 20 años más. No fue sino después, nuevamente en terapia y luego de contarlo con vergüenza, pues se sentía avergonzada de haber permitido que todo sucediera, su psicóloga le dijo de nuevo, no te culpes más!. Le dijo que eso que le generaba tanta indignación fue lo mejor que pudo hacer, qué si no le hubiera pedido ese ponqué y esa bebida, tal vez el abuso hubiera sido peor. Ella descubrió que ese día, que esa amenaza con contarlo todo, esa por la que tanto se recriminaba, por la que sufría, era la que le había evitado más abuso. Sí ella no lo hubiera amenazado con hablar, él hubiera continuado haciéndole daño. 

Sufrió mucho, más o menos 20 años, guardo silencio, se llenó de rabia, luego comprendió también que la rabia fue su motor y hizo cosas que tal vez nunca se atrevería a hacer alguien si no hubiera sido motivado por la rabia, salió de su pueblo, estudio fuera, trabajó y salió adelante.  Pero por 20 años, la gobernada el dolor, la culpa, abandonar esos sentimientos no fue fácil, la receta: terapia y amigas, amigas y terapia, solo después de 20 años pudo enfrentar sus fantasmas, pudo comenzar a sanar, fue difícil, lo más duro fue comenzar a hablar, luego sintió miedo, temor de que nadie le creyera, pero afortunadamente para ella, nadie dudo. 

Años después y superados varios pasos de la terapia; lo buscó, le exigió que le pidiera perdón, quiso dejar de tenerle miedo y lo enfrentó. Fue uno de los días más difíciles de su vida, pero dejó de sentir miedo, se liberó de él. Aunque esa es otra historia. 

Por ahora, ella quiere que sepas que te entiende, que sabe por lo que estás pasando, pero  también que es posible sanar, que no es tú culpa, tú no hiciste nada malo, nada que hayas hecho tú, justifica lo que el otro te hizo, tú no eres culpable, eres una víctima y más que eso eres un sobreviviente, que está aquí enfrentando el día a día, que está aquí con un propósito, no permitas que el dolor te siga haciendo daño. 

Esta es su historia, la cuenta así para desligarme de la víctima y sentirme una sobreviviente. JMDR.

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