Por: Rosa Elizabeth Guío Camargo
Asesora jurídica voluntaria de FASASIC
La expresión infancia deriva del vocablo in – fans, –sin voz-. Esta condición de los niños ha sido una constante histórica. De hecho, durante mucho tiempo, el niño fue invisible para el derecho, y es sólo a partir de los periodos de posguerra de la Primera y Segunda Guerra Mundial que el mundo -a instancias de la Sociedad de las Naciones primero, y luego de Organización de las Naciones Unidas-, comienza las discusiones sobre la consideración de los niños como sujetos destinatarios de una especial protección jurídica.
Este importante esfuerzo internacional tiene en su punto más alto a la Convención de los Derechos del Niño, tratado internacional que hoy es el más ratificado en la historia de la humanidad. Al margen de las falencias de este instrumento, representadas fundamentalmente en las múltiples reservas que los Estados signatarios han hecho a la Convención, queremos destacar como elemento más valioso de la Convención el reconocimiento universal de los niños como sujetos activos titulares de derecho. Este reconocimiento significa que los niños hoy tienen voz en todos los asuntos que les conciernen: deben ser escuchados, y su opinión debe ser tenida en cuenta, en función de su edad y su desarrollo cognitivo.
Desde luego, esta concepción es un giro total y un reto frente a las viejas concepciones de este grupo poblacional. Un giro, porque pasamos de una dicotomía entre hijos de familia y menores, a una concepción universal aplicable en todos los ámbitos de actuación jurídica de los niños, niñas y adolescentes. Pero a su vez, es un reto porque al ser esta una de las primeras generaciones que crece con el nuevo paradigma de la protección integral y universal, los padres, cuidadores y en general, muchos adultos siguen menospreciando los dichos del niño, “porque es un niño” , “el niño no sabe”, “el niño no entiende”, y “el niño es mentiroso”, razón por la cual desde FASASIC ofrecemos asesoría y capacitación para poner en práctica y hacer efectiva la titularidad activa de los derechos de todos los niños, las niñas y los adolescentes en todos los ámbitos.
Por eso, es importante pasar de la norma escrita, a la realidad. El derecho del niño a ser oído y a que sus opiniones sean tenidas en cuenta en todos los asuntos que les afecta, en función de su edad y desarrollo no admite limitaciones, y si exige que se implemente en todos los ámbitos: el familiar, el escolar, el procesal, entre otros. Esto implica, por ejemplo, darle credibilidad a las versiones de los niños cuando no quieren acercarse a una persona, estar atentos a todo su lenguaje en relación con sus entornos, pues no sólo las palabras dicen, también “hablan” por los niños sus actitudes, percepciones y cambios. Nunca más abusos físicos, sexuales, sicológicos y económicos en los niños, niñas y adolescentes.
